Por Angélica Lasala
El 1 de mayo del 1898, el escuadrón Asiático de los Estados Unidos derrotó el escuadrón Pacífico de España durante la Batalla de Manila Bay, el primer enfrentamiento de la guerra española-estadounidense.
Esta guerra, que en efecto marcó el comienzo del fin del imperio español, fue causada por unas revueltas en Cuba que llamaron la atención a los periodistas estadounidenses Joseph Pulitzer y William Randolph Hearst. La publicidad causada por estos conflictos fomentó un sentimiento anti-español en los estadounidenses que se intensificó después de que el barco de guerra Maine se hundiera en la costa de La Habana. El presidente William McKinley amenazó declarar una guerra si España no entregaba sus territorios en Cuba, haciendo efectiva esta amenaza el 25 de abril del 1898. Aunque este conflicto tiene origen en Cuba, la guerra española-estadounidense sirvió como punto clave no solamente para Hispanoamérica sino también para los ex-territorios de España en el Pacífico — Guam y las Filipinas.
¿Entonces, cuándo hablamos de estudios hispánicos o de identidad hispana, por qué excluimos a estos países de la conversación?
Soy una mujer de origen filipino. Recientemente completé una solicitud de empleo. Había una pregunta sobre origen étnico en el que se definía a un “hispano/latino” como “una persona de origen cubano, mexicano, puertorriqueño, de América Central o Sudamérica, u otra cultura hispana, no considerando la raza”. Por contraste, se definió “asiático (no hispano/latino)” como “una persona descendiente de cualquier gente originaria del lejano oriente, sudeste asiático, del subcontinente de la India, incluso, por ejemplo, Camboya, China, India, Japón, Corea, Malasia, Pakistán, las Islas Filipinas, Tailandia y Vietnam”. Como mujer de raíces filipinas, desde que tomé mis primeros exámenes estandarizados en la primaria, he escogido la opción “asiático (no hispano/latino)”.
La verdad es que nunca me siento sincera cuando hago esto.
La influencia española todavía es omnipresente en la cultura filipina. En realidad, tenemos mucho más en común con Hispanoamérica (idioma, comida y religión) que con los países asiáticos con que somos conglomerados en los documentos oficiales.
Aunque la gente filipina no es hispanohablante, las semejanzas entre el tagalog y el español son evidentes: de “Kumusta” a “Cómo está”, de “Gusto ko ito” a “Me gusta”, y de “Salamat sa Diyos” a “Gracias a Dios”, ambos idiomas suenan como sí fueran productos de la misma historia lingüística — porque verdaderamente lo son.
Y las lenguas de estas ex-colonias de España no solamente comparten el vocabulario sino también los sabores. Por ejemplo, los tamales de México, maíz molido y carne envueltos en las hojas de maíz, tienen una versión equivalente en Filipinas, donde se han adaptado las recetas a los ingredientes nativos de cada lugar, sustituyendo el maíz molido por harina de arroz y las hojas de maíz por las hojas del banano. De igual manera, encontramos el flan, las empanadas, el escabeche y el chicharrón en los platos latinoamericanos y filipinos por igual.
Además, el legado del catolicismo en ambas regiones — impuesto sobre la población por evangelistas españoles — es profundo. Santa Rosa de Lima, la primera santa de las Américas, nacida en Perú y canonizada en 1671, fue designada como la santa patrona tanto de Latinoamérica como de Filipinas. Es más, la influencia de la religión en las culturas hispanas transciende la práctica de la fe, afectando los sistemas de educación. Por eso, las universidades en Hispanoamérica y Filipinas, en gran parte, todavía están influenciadas por el contenido religioso en su pedagogía.
Estas similitudes no son exhaustivas: la arquitectura, el arte, las tensiones entre los conquistadores y los indígenas — que aún prevalecen — son temas recurrentes en todas las ex-colonias hispanas. Aunque no compartimos el mismo continente, compartimos la historia.
Por eso, nuestro vocabulario demográfico necesita cambiar.
El criterio que usa La Agencia del Censo de los Estados Unidos para categorizar a la gente como “Hispanic” o “Latino” se basa en la autoidentificación. Además, según un estudio hecho por Pew Research, el 51% de las personas hispanas/latinas prefieren identificarse por su país de origen mientras que el 69% cree que estos términos panétnicos no representan a las distintas culturas de Hispanoamérica.
Estoy de acuerdo con el 69% que quiere celebrar la diversidad intrínseca de las ex-colonias de España. La voz hispana no canta al unísono sino que forma un coro complejo. La voz filipina necesita ser parte de este coro. Como una mujer de origen filipino, me rehuso a negar la parte de mi herencia inextricablemente conectada al colonialismo español. Durante y después de la guerra española-estadounidense, nuestros países lucharon por la misma meta: el derecho de expresar nuestras culturas como naciones autónomas. Y no habrá ninguna solicitud de empleo pueda disminuir el impacto de esta victoria.
Angélica Lasala estudia Reportaje en español en Columbia College Chicago.
[Photo: Roberto Verzo via Flickr]